TXT Ana Rivero Pérez
IMG Lobata
Han sabido pensar la gastronomía, volver a hermanarla con la cultura; respetarla y conectarla con los saberes. Han permitido que muchos –muchísimos– la disfrutemos y saboreemos. Estas tres mujeres, que dirigen y dan vida a festivales y encuentros gastronómicos, son un portento en la historia de la gastronomía de Chile, Colombia y España. Ya era hora de un homenaje.

Sasha Correa Uchoa
Coordinadora y directora de Contenidos de Diálogos de Cocina [España]
08:00
En un día perfecto tendría poderes mágicos para trasladarme hasta donde se cuecen mis afectos. Nada me haría tan feliz como despertar con el olor que desprende el budare de mi mamá, quien se levanta con el sol para preparar arepas. Como acompañamiento, un beso de mis hermanas o mi sobrina para recordar que no hay situación política que devalúe el poder de los abrazos. Desempolvaría un vestido de colores y me lanzaría hacia El Ávila, la montaña que hace de Caracas un valle de geografía envidiable. A sus pies, entraría en la librería Lugar Común y me llevaría lo que tuvieran de Rafael Cadenas [me encanta ir por el mundo regalando sus poemas]. Un batido de parchita en Arábica Café y leer hasta tranquilizar el mayor de mis vicios: comprar libros.
13:00
Me voy a Moreno, para confirmar con el chef Víctor Moreno que la cocina venezolana puede ser tan contemporánea como rica. Probaría su pastel de chucho o su spaghetti con ragù de asado negro. El postre lo resuelvo con la Tierra de Cacao de Carlos García, en el restaurante Alto.
Me teletransporto hasta Ciudad de México para recorrer la Colonia Roma, no sin detenerme en la panadería Rosetta por un bollo de romero. Me voy al Museo del Objeto del Objeto [MODO] y luego al Museo de Arte Popular, donde se entienden los cimientos de la cultura [o mejor dicho locura] mexicana. Ya por allí, recorro el centro de la ciudad… un ejercicio intenso y oxigenante.
20:00
En el Omakase de Enrique Olvera disfruto de las vueltas que le dan a las masas de maíz: tacos, tamales, tostadas o tlayudas, ¡para llevarse a México en la piel!
Me vinieron unas ganas enormes de salsa. Me borro los tobillos en Mama Rumba. Acabo la fiesta en la surrealista Fonda Margarita comiendo frijoles refritos entre zombies como los que sólo a veces consiguen ganarle a la noche. Vuelvo de un pestañeo a La Concha de San Sebastián; camino hasta llegar a casa muerta de frío [¡olvidé cambiarme el vestido!]. En The Loaf pido un café y en la primera farmacia que consigo abierta, el paracetamol que reclamará mi merecida resaca. Antes de cerrar los ojos, imagino la oreja de cerdo que buscaré al día siguiente en el Borda Berri en el Donosti viejo, o una txuleta y sidra en Zelaia. Es mi día perfecto y todo ha sido permitido.

Carola Silva Duval
Directora y co-creadora del festival Ñam [Chile]
09:00
Pienso en mi día perfecto y ya quiero que empiece. Me despierto con un rico desayuno a la cama, con pan de campo delgadito de esa maravilla que es La Popular Pizza y Pan, y unos huevos San Rosendo a la copa. Como es mi día, hago que llegue la época de morillas –me fascinan– y con ellas acompaño los huevitos mañaneros. El café, colombiano y recién molido, me lo manda de regalo Álvaro Clavijo de su restaurante El Chato [Bogotá]. Nada mejor.
Amo mi casa y me encanta tenerla con bellezas y cosas ricas. Parto a dar un paseo por la feria, me maravillo con lo que encuentro y lleno mi casa de flores, muchas verduras y frutas frescas. Ya es hora para una copita de espumante.¡Qué delicia!
12:30
Paso por La Calma –donde los animales aletean– a picotear unas almejas fresquísimas de Maitencillo, que vienen recién llegando. Es mi restaurante favorito de pescados y mariscos. Luego me voy a almorzar a Comedor Común, de mi querido amigo Andrés Vallarino, quien combina a la perfección sabores, frescura, estacionalidad y sazón. Dos shots de erizos con piure para partir, luego lo que sea… me entrego a su querer; confío en él. Acompaño las delicias que vengan con un Notro, vino increíble de Roberto Henríquez.
Paso por la casa de la Mimi, mi abuela que amo. Nos reímos a carcajadas con un churrasco en una marraqueta crujiente de Lo Saldes, unos tomates espectaculares de La Cooka, ají verde de mi huerta y un té frío. Me voy con el corazón lleno de amor.
Llego a mi casa y veo que las plantas que me regaló mi gurú Paulina de Castro han crecido como enredaderas, con esos tomatitos impactantes, ¡tenemos tomates para regalar!
20:00
Llega la hora del sunset y me vuelvo a transportar: ya estoy en Colico en el quincho de Constanza Pellegrini y Julito Bouchon, y él nos sirve esa delicia de cocktail llamada Moscow Mule. El atardecer termina con risas y recuerdos.
Llega la noche y estoy en mi casa. Veo mi refrigerador gigante que está lleno de vinos ricos; lo mantiene al día Alejandro Meric con vinos de Bocas Moradas. ¡Me dio sed!
Es la hora de comer y preparo unos gnocchi Rana con pesto fresco. Me como toda la pasta del mundo… ¡y no engordo!
¡¡¡Gracias, gracias por este día!!!

Cristina Botero Orozco
Directora del festival Alimentarte [Colombia]
07:00
Comienzo temprano, junto a mis hijos y café colombiano en una finca en Armenia. Soy poco sin café. Siempre estoy probando diferentes, de productores maravillosos, dedicados a su producto y a contar la historia tras cada grano. Y mi café es con queso fresco y arepa de tela… reina de las arepas colombianas.
Conecto mis audífonos y voy a la montaña en bicicleta. Me dio hambre así que voy por el verdadero desayuno en Club Colombia [Bogotá]. Pediría un jugo de frutas, caldo de costilla, arepas santandereanas, chicharrón, chorizo con ají de aguacate, buñuelos y pandebonos… y que no falte la fruta fresca, que por supuesto jamás reemplazará al bocadito dulce que por ritual cierra mis comidas y que seguro sería la torta de almojábana con guayaba, que pediría al centro de la mesa.
Me voy a Corazón Verde, fundación que dirijo y parte central de mi vida. Asistiría a la entrega de viviendas y becas educativas. Esto lo logramos gracias a mi equipo [mi familia], a Alimentarte y sus proyectos; a nuestros amigos que desde los rincones del mundo nos apoyan, a nuestro programa de arte y artistas colombianos y latinos; todos han permitido cambiar la vida de muchas familias colombianas.
14:00
Se me antojan fritos vallunos para empezar, con una lulada o un champú, y seguimos con un sancocho valluno en Ginebra [Valle del Cauca], bien espeso y con mucho ahumado, cilantro, picante y una cerveza local bien fría, todo frente a un cañaduzal como es todo el valle.
19:00
Se pone el sol frente a las murallas de Cartagena. En Getsemaní, un cholado callejero; luego un café en Libertario. Entre una y otra cosa, visito tiendas de artesanías y diseñadores.
Celele sería mi elección para cenar. Una ensalada con burrata de búfala, flor de mayo y pomarrosa, caracol con su caldo y millo. Pie de mamey y granita de mango biche, limón y albahaca… ¡para qué más!
Amo bailar; soy de Cali, la ciudad de la salsa. Antes de llegar y sin falta, iría a ver a Sam y Hannah. Luego buscaría los sabores de mi infancia, un chontaduro y una manga con limón y sal, para después ir a la Topa Tolondra, a Tintindeo o a Zaperoco. Salsa, salsa y más salsa con amigos, gente sonriente y de buena energía, brindando con aguardiente frío de mi tierra. ¿O me quedaría en Cartagena, bailando champeta? Puede ser… es mi día perfecto y yo decido.