TXT Macarena Achurra Palacios
IMG Prince Vergara Alvarado
En mi vida he sido discriminada en varias ocasiones y por diferentes motivos, casi siempre por el simple hecho de ser mujer. Terminando la universidad trabajé en un programa de Canal 13 como segunda cámara en exterior. Cuando se acabó, me acerqué al jefe de personal, quien me ofreció trabajar como asistente de dirección, productora o camarógrafo de estudio. A mí me gustaba la cámara en exteriores, que era además lo que venía haciendo, pero me dijo “no puedo contratarte en cámara de exteriores porque eres mujer, decídete por alguna de las pegas que te estoy ofreciendo”. ¡No lo podía creer! Tanta fue mi rabia y frustración, que me fui a La Red y Mega con la ilusión de que todo sería diferente, pero me ofrecieron exactamente las mismas opciones y me repitieron que el hecho de ser mujer era un impedimento para trabajar en lo que yo quería. Mi sueño se hacía cada vez más difícil.
El sabio destino me llevó a continuar con lo que hice desde chica: fotos. Quise ampliar mis clientes y fui a varias agencias de publicidad; con algunas de ellas trabajo hasta el día de hoy. A otras –específicamente a tres– no puedo ni entrar, ya que mandé a un lugar irrepetible a dos directores creativos y a un gerente de marketing, luego de que me ofrecieran trabajo en sus agencias bajo la condición de que me fuera a la cama con ellos. Podría contar muchas más, pero creo que ya se entiende dónde quiero llegar.
Mi abuelo fumaba pipa, y eso fue lo primero que hice cuando llegué a vivir a Europa. Me compré una chiquitita, preciosa y práctica. El rostro de las personas a mi vuelta a Chile era como para una película de Fellini: entre asombro, asco, incertidumbre y atrevimiento. Me juzgaban sin conocerme y nuevamente quedaba desplazada, en relación a lo que era correcto dentro de las mentes estrechas y retrógradas de quienes me miraban.
En una sesión de fotos conocí a José Miguel Salvador, en ese momento el Presidente del Club de Habanos del Hotel Ritz. Sin dudarlo me hice socia, y pasé a ser la única mujer del club. Fue muy entretenido ver cómo los hombres se comportaban como niños después de la oficina; era el momento de relajo y distensión. Yo pasé a integrar esta cofradía, y por primera vez, me sentí parte de un lugar sin discriminación de sexo. No era relevante si eras mujer u hombre. Lo único importante era pasar un momento agradable en torno a una buena conversación y el humo azul. El habano pasó a ser el sol, y todos nosotros los planetas que orbitábamos alrededor.
En la mayoría de las celebraciones se fuma un puro para marcar el nivel del acontecimiento. Se podría decir que en nuestra sociedad pasó a ser un referente de importancia o status. Y pensar que todo comenzó con los indios Tahínos, donde el Behique [el curandero] daba grandes bocanadas de humo de una serie de hojas de tabaco mezcladas con alucinógenos, para ser el intermediario entre seres humanos y dioses. El Cohiba Behike, con hojas de medio tiempo en su ligada, es un habano excepcional, que puede ser fumado por cualquier persona que ame los habanos medio-fuerte, valore el tiempo de añejamiento, la intensidad de sus vitolas y sepa ser feliz con una buena conversación bajo las estrellas en algún lugar sin tiempo.