TXT María Jesús Benavente
IMG Gabriel Schkolnick
El azar. El destino. Y un poco de suerte. Para Felipe Rodríguez, encargado de sala del restaurante italiano Brunapoli de Nueva Costanera, llegar a ser garzón fue por esas casualidades de la vida. A sus 16 años empezó a pololear y necesitaba generar plata para poder invitar a salir a su joven novia. Una familia de amigos de Felipe tiene hasta el día de hoy un negocio en el Mercado Central, por lo que empezó a trabajar los fines de semana.
“Desde esa época empecé a trabajar. Éramos puros conocidos en el negocio y, durante un año, trabajé todos los sábados y domingos, por lo que sólo podía invitar a salir a la polola en la noche y no hasta muy tarde, porque al día siguiente había que trabajar”, cuenta el buenmozo dejando entrever que ser garzón significa vocación, ya que es un rubro muy sacrificado con los horarios y en el que “toca trabajar cuando la gente está celebrando”.
El buenmozo afirma nunca haber sido bueno para los estudios. De hecho, se considera porro. Pero, aun así, el año 2000 entró al servicio militar. Postuló a la Fuerza Aérea y se capacitó en cursos de servicio de comedores, donde aprendió mucho de protocolo y disciplina. Un año después estuvo trabajando en varios boliches, hasta que certificó su trabajo en el rubro como un oficio en la Cámara Nacional de Comercio. “Ahí entendí que habían armas para aprender y crecer en este rubro. En 2002 conocí a Ricardo Grellet, Presidente del directorio de la Asociación de Sommeliers, de la Escuela de Sommeliers de Chile. Él me incentivó a estudiar”.
Gracias a Ricardo, nuestro buenmozo encontró un motivo para volver a estudiar. Y el año 2014 entró a la Escuela de Sommeliers de Chile. Justo al salir, se tomó unas vacaciones en Tongoy junto con su polola para pasar el 14 de febrero juntos y fuera de Santiago. Y es ahí cuando recibe la llamada de Brunapoli.
“En un principio yo no quería trabajar en Brunapoli. Cuando me di cuenta de que era una pizzería, dije: yo ya no estoy para pizzerías, estoy viejo…no me veo ahí”. Sin embargo, Felipe conocía a uno de los sommeliers que estaba como administrador y que lo estaba recomendando, por lo que le dio varias vueltas y, finalmente, decidió apostar: aceptó el trabajo que realiza hasta el día de hoy.
“El saludo inicial marca cómo será la relación. Es el momento en donde uno se interioriza y lee al cliente para ver qué necesita”.
Felipe destaca como principal sello propio el carisma para atender. “Te tiene que gustar la relación con la gente, ya que interactúas con personas de todas partes del mundo, de distintas personalidades y culturas; es un intercambio de roce social”. Para ello, siempre recibe al cliente con un saludo y una sonrisa. Y, cada vez que capacita a algún garzón que se incorpora a Brunapoli, lo empodera diciéndole que ésta es su casa y que, por ende, debe atender con ganas de que los clientes vivan la experiencia de su hogar. “Es esencial la interacción del primer contacto. El saludo inicial marca cómo será la relación. Es el momento en donde uno se interioriza y lee al cliente para ver qué necesita. Si viene a un cumpleaños, necesitará menos atención y estará más relajado; pero si viene a cerrar un negocio importante, exigirá un buen servicio y de calidad”.
El Buenmozo es una sección fija de revista JIGGER que busca poner en valor la importanicia de los garzones en un restaurante. Porque cuando hablamos de gastronomía y de lugares, ¿de quiénes hablamos? Del propietario, del chef, del sommelier, del barista y del bartender. Pero… ¿hablamos del garzón? ¿Y de todos estos buenosmozos que nos atienden a diario?