TXT Pilar Vigneaux
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Para tener una gran experiencia gastronómica no basta con que el lugar tenga onda y la comida sea exquisita. Tiene que haber también un servicio impecable. Informado, prolijo, ágil, apasionado. En el Milá nos dimos cuenta de eso. Y nos dio por filosofar al respecto. Conclusión: ya que en Jigger no teníamos una sección adecuada que resaltara el arduo trabajo de los buenosmozos, inventamos una. Campari invita.
Felipe Muñoz es garzón de oficio, de ésos que aman lo que hacen y que se esmeran por que el servicio sea no algo mecánico, sino que algo armonioso. Casi como un ballet. Para eso, tienes que haber tenido una buena escuela. Y escuela es lo que Felipe más tiene. En apenas seis años se ha paseado por los mejores restaurantes de Chile y ha aprendido de cortes de carne, de vinos, de aromas, gustos y administración. Antes estudió para ser profesor de educación física. Pero no pudo seguir pagándose la universidad, así es que se puso a soldar, hasta que el trabajo le afectó la vista. Gracias a la ayuda de un amigo, empezó como runner en el Santabrasa y de ahí ya nadie más lo paró. En el Miguel Torres aprendió todo lo que un garzón debe saber sobre vinos porque, según Felipe, “para garzonear hay que saber qué ofrecerle al cliente”. Aprendió también a trabajar en equipo: entre tres atendían dos pisos llenos de mesas y dejaban a los comensales felices.
¿Y cómo definimos un buen servicio? El buenmozo sabe: “Tienes que querer lo que haces y tienes que ser profesional. Creo que este oficio se puede profesionalizar de muy buena manera, pero uno tiene que tratar de tener todas las herramientas posibles. Me he preocupado de aprender inglés, por ejemplo. Hay que saber de maridajes y de cómo aconsejar a un cliente y envolverlo para que, finalmente, se vaya convencido de lo que ha comido. A veces la gente quiere comer una cosa determinada, pero tú puedes presentarle un plato nuevo, entregarle buena información. Todo eso hace que exista un buen servicio. En especial porque no todo el mundo sale a comer con una buena disposición. A veces la gente sale a resolver problemas, a tener conversaciones duras y, si uno no tiene una buena actitud y no maneja la información suficiente, el cliente lo pasa mal y uno también. La información, el conocimiento, entonces, te permiten sortear esas dificultades. También es importante que la presencia del garzón no se note. El servicio no debe ser invasivo. Tienes que estar ahí, al alcance de la mano, pero sin interrumpir”.
Nosotros tampoco queremos interrumpirlo, por lo que continúa: “Lo que hace a un buen garzón, además, tiene que ver con la rapidez con la que trabaja. Tienes que saber coordinarte y moverte de manera inteligente. Tienes que prever las necesidades de los clientes. Ser proactivo. No tienes que quedarte quieto nunca. Y, por sobre todo, siempre tener una sonrisa en la cara y estar dispuesto a solucionar los problemas de la manera más eficiente y rápida. Así tendrás a un cliente sumamente agradecido. Finalmente, tienes que atender al cliente como quisieras que te atendieran a ti. Eso es clave”.
Felipe sonríe. Y una quisiera ser la reina de Inglaterra para llevárselo al palacio y que estuviera siempre ahí, atendiéndote. Porque el buenmozo, de que sabe, sabe.