TXT: Daniel Greve
NEFT
Te llegó la hora de tarrear. Sí. Agresivas latas petroleras ahora pueden componer tu bar, tan acostumbrado al vidrio. Y es que a Chile llegó NEFT, la nafta de los vodkas. Lo que partió como un capricho de tres rusos con mucha plata y tiempo –durante la fiebre del oro negro siberiano– terminó en el desafío de homenajear lo que quizás fue su mayor fuente de supervivencia: el vodka. Y, claro, lo envasaron en latas que emulan los contenedores de crudo y, con todo lo ganado, pudieron llevar esta idea a altos estándares. Receta rusa hecha en Austria, con granos y agua locales. Resultado: un vodka oleoso –sí, parece metáfora, pero no lo es– con un sabor de cereales de fondo y rica persistencia. Verás latas negras y blancas, pero no hay diferencia entre ellas. El metal, claro, permite que se enfríe más rápido y por supuesto que destaque y se luzca en una barra. ¿Pero no era acaso un combustible? Bueno, a veces el frío enciende.
SIDRA OLÉ
Te suena Olé, ¿verdad? Vale. Seguro es porque ya probaste las sangrías de esta marca curicana. De esas suaves, fáciles, frutales, con un dejo exquisito de es- pecias y cáscaras. Y mira: ahora los chicos fueron por más. Eligieron tres tipos diferentes de manzanas, las hicieron jugo y ese jugo fermentó para que llegara hasta ti una exquisita bofetada burbujeante. Una sidra Olé baja en alcohol [4,9%] y en estilo extra brut, es decir, seca y fresca. Tiene bastante carbonatación y un sabor frutal, limpio, con un ínfimo dejo de esas sidras europeas que algo de rusticidad tienen. Que no te extrañe. Es así. Genial aperitivo [bébela muy fría], gran compañera de cocktails y, cómo no, combinando dos partes de sidra y una de la misma sangría Olé queda una preparación deliciosa y chispeante. Bien de verano, pero también de otoño, ¿vale? ¡Venga!
LICORES THE BITTER TRUTH
Pasa: la conversación se alargó más de la cuenta –un otoño bien abrigado te lo permite– y ya estás en la sobremesa con ganas de más combustible. Pues bien, ese sorbo meloso y con carácter puede venir de una de estas botellas de The Bitter Truth de medio litro, como un shot de alcohol y dulzor en solitario o den- tro de un cocktail que aspire a grand finale. A Chile llegaron tres de la mano de Aquavitae: de Elderflower, por supuesto que floral, muy fino –te recordará al St. Germain, en su versión más seca y con algo más de alcohol [22%]–, muy bueno con espumante, un dash de limón y algún garnish –adorno– de romero. Luego el frutal Apricot, muy fragante, de un tono más dulce, que al ser de damasco combina increíble con piscos de mucha madera y con un primo hermano: el huesillo –durazno deshidratado–. Por último, el Pimento Dram, un allspice liqueur en el que esa nota de pimienta de Jamaica te va a llevar a un viaje repleto de notas de clavo de olor. Igual que su amplia y fantástica línea de amargos, aquí tienes licores hechos por bartenders para bartenders. Incluso para ese que –sin serlo– llevas dentro.
RUI
A la conquista de un estilo. A la búsqueda de una categoría ya asentada. El nuevo espumante RUI, de un pálido rosado que algo adelanta, se suma a la enorme oferta de los burbujeantes, pero desde otra vereda. No hay uvas que se hayan sacrificado por este proyecto. Ni siquiera un alcohol que le permita competir con vinos espumosos o champañas [tiene apenas 8%]. Como un espejo de la Patagonia chilena, este sparkling se hace de ruibarbo –verdura de la que se consume su fibroso y jugoso tallo–, que nos recuerda a frutos rojos y algo de flores [una rosa mosqueta, por ejemplo]. Cuando lo pruebas notas un sabor neto de frutas rojas como frambuesas, con rica acidez, pero también una nota mineral marcada, casi salina, que te descoloca pero te hace ir por otro sorbo y, por qué no, otra copa. Una trucha sellada, un gravlax, o unos vegetales ahumados, hacen una fiesta digna de varios piscinazos de medianoche. Ya sabes: si llevas una botella de RUI, agrega también ropa de cambio.
GHALI KOMBUCHA
Aprovecha que es conocida como la bebida de la inmortalidad y llénate ahora mismo de un gran sorbo de vida eterna. Porque la kombucha, esta milenaria bebida fermentada de la antigua China, te ofrece que cruces el umbral mucho más tarde de lo que piensas, y que vivas una vida más sana y liviana, gracias a que tendrás un sistema inmunológico a prueba de balas y un metabolismo a prueba de excesos. Ghali Kombucha ofrece tres sabores bien balanceados para desintoxicarte de la ruta de bares que seguro ya has hecho: Limón-jengibre, baja en acidez, suave, en la que predomina un suave sabor a té negro y un dulzor fino, sólo al final, con una ligera carbonatación natural; Berries, que sabe a frambuesas, frutillas y guindas, sin resabios importantes de fermentación; y Mango-maracuyá, tropical y con el perfil de sabor que tendría un té frío. Si ya has probado otras kombuchas te parecerán suaves, pop, para dummies. Y sí. Pero si te estás introduciendo en este mundo de los fermentados, quizás sea un buen y amistoso comienzo.
LA PIU BELLE
Sin etiqueta, sin marca, sin más distracciones que la sola pieza de arte que pones sobre tu mesa. Esa inusual imagen pictórica que recorre totalmente la botella, obra del artista chileno Gonzalo Cienfuegos, llamará sin duda alguna la atención de todos quienes la rodeen. Se llama La Piu Belle y sí, es la más bella pieza que haya lanzado viña VIK en el último tiempo. Por fuera, y también por dentro. Se trata de una mezcla poderosa y a la vez elegante, equilibrada, sabrosa y armónica, de cabernet sauvignon y carmenère del valle de Cachapoal, con algo de cabernet franc, merlot y syrah. El resultado es –siguiendo la filosofía de la bodega– holística pura, por lo que sigue siendo mayor a la mera suma de sus partes. El cabernet le entrega esa firmeza y nervio, pero el carmenère llega con su cargamento de especias y su boca redonda, mientras el franc suma algo más de estructura, electricidad y jugo, el merlot una fruta satinada y el syrah un final cárnico y delicioso. La cosecha vigente es de 2011 y, luego de siete años, este blend sigue in- tacto, en su punto, sin evolucionar del todo. Listo hoy, pero preparado también para aguantar por sobre la década, fácilmente. La enología de Cristián Vallejo aquí toma más riesgo y camina por los sabores del Nuevo Mundo, saliéndose un poco –sólo un poco– de la línea argumental de VIK, el vino icono de la bodega, que transita por una estilística más académica, como es la escuela de Burdeos. Si tu parrilla ya está prendida, las prietas que de allí salgan le harán justicia a este vino. Si hay jabalí, también. ¿Qué tal un mole mexicano? Prueba. Y si la mesa se alargó y la sobremesa se tomó todas las conversaciones de la noche, seguro una barra de chocolate con 75% de cacao –o quizás más– te regale, junto con este vino, un cierre perfecto.