09:00 AM – Partimos el día sin que suene el despertador, en una cabaña en Isla Negra, en Chile,
con esas vistas al mar maravilloso. Me levanto a hacer el pan… no se imaginan la felicidad que esto me da: mimar esa masa madre mientras la amaso, fermentar el agua, hornear la masa; sacar del horno un pan calentito y después echarle mantequilla, no tiene comparación. Luego, voy con mi familia a dar un paseo por la playa y, al regresar, tomamos un té blanco con frambuesas que está tibio y –por supuesto- con un trozo del pan recién horneado, mientras vemos el amanecer. No suelo tomar desayuno, pero sí que me iría a Dinamarca a comer un delicioso pastel y un café en The Corner… y ojalá fuese un día lluvioso y frío. Me encanta el frío.
12:00 PM – Al mediodía iría de paseo por algunas bellas callecitas de París.
Nada mejor que perderse entre cafés, librerías y tiendas de antigüedades… ¿Me puedo comer una cucharada de manjar? Me gustaría almorzar con toda mi familia, no importa qué comamos mientras estemos juntos. Y, como es mi día perfecto, me traslado a Tenerife con mi papá y vamos al mercadillo Tacoronte. Él aprecia tanto el buen comer que va a estar feliz. Después de almorzar, me iría a tomar un café a San Eustaquio, en Roma…Y caminaría largas horas. Me gustaría ir con mi suegro y mi papá, porque ambos son amantes de la historia: mi suegro es italiano, trabajaba en Roma y sabe muchas historias de la ciudad; y mi papá es amante de la cultura romana.
20:00 PM – Durante la tarde salgo a pasear con Max –mi hijo–
por Madrid o Barcelona, que son sitios que a él le gustan. Lo llevaría eso sí a Nemi a comer tartaletas de fragoline. Termino todo con una noche de ensueño; ya la tuve una vez y la volvería a tener: en coche de Genzano di Roma a Abruzzo, iría a comer otra vez al restaurante Reale, con mi marido. ¡¡¡Qué fin del día más perfecto!!!
«Me he dado cuenta de que mi día gira en torno a comer, jajajajaja.»