- TXT: Daniel Greve
- IMG: Gingger Bar
“No haría otra cosa ni en pedo”, dice Sabrina, mientras apoya sus brazos tatuados de arriba a abajo en una de las mesas de Gingger, el bar que dirige junto con Johana, su socia, en el corazón de Mendoza. Y es que a los 27 años, y después de haber ganado el reality de coctelería El Gran Bartender, en la TV argentina, Sabrina sabe. Sabe lo que quiere, dónde y por qué. Y aunque Gingger fue su licenciatura de tesis y no tenían tantas certezas ni espaldas financieras porque “éramos dos pendejas laburando”, hoy es una realidad que marcha más de 700 cocktails en una sola noche de fin de semana. En esto, Sabrina cree. Y aquí se quiere quedar. “Ha cambiado el consumo. El cliente quiere nuevas cosas, y viene a mi bar a buscarlas. Por suerte ya salimos de la inercia del mojito. Ya hay otros tipos de juleps, entraron con fuerza los vermuts y hasta tenemos gintonics reversionados. ¡El gintonic con Fernet queda zarpado!”.
«NO HARÍA OTRA COSA NI EN PEDO»
Sabrina sabe que el bartender no es alguien que te prepara un cocktail o te muestra una técnica. “Somos anfitriones. Y la buena atención implica complicidad” dice, convencida. Y, en ese complot, y como buena mendocina, ha logrado darle un sitial de honor al vino argentino y llevarlo –desde su barra– a otro nivel. “La coctelería con vino es alucinante, porque te aporta una nueva fruta. Podés trabajar con espumantes, por supuesto, pero también con vinos rosados, con viognier, con torrontés –que le da una nota floral– y con vinos fortificados como el Malamado, un Malbec a la manera de Oporto. Y es que los clásicos no son todo el tiempo. Un aperitivo italiano es un buen partner social, aromático, amargo y dulce a la vez, pero también tengo la posibilidad de flashar y de ir más allá”. Cómo no. Sabrina ya lo hizo. De allá viene.