- TXT: Ana Rivero
- IMG: Mila Razmilic
06:30 AM – Pienso en mi día ideal y éste empieza en un lugar soñado. Despierto en Cinque Terre
que está en la zona de la Liguria, en Italia. Es temprano y me voy a tomar desayuno a Belforte Vernazza, un hermoso restaurante que está justo frente al mar, con una vista alucinante. Ahí me como un increíble huevo pochado en una hogaza de pan tostado, con láminas de palta, una fruta y, obviamente, un cappuccino.
Luego bajo a la playa de Vernazza y, entre las rocas, me baño en ese mar de aguas deliciosas. Después me voy caminando a Monterosso, por un sendero en el que se puede hacer un trekking. Ahí llego a la playa a echarme a tomar sol y a descansar. Me da calor y parto a la gelatería La Scogliera, donde preparan unos helados alucinantes. Con el helado en la mano, parto caminando y voy desde Santa Margarita de Liguria hacia Portofino. Son 5 kilómetros en donde la vista es maravillosa, con unas casas bellas y con gente tomando sol a la orilla del mar.
13:30 AM – Cuando llego a Portofino
lo primero que hago es tomarme un prosecco y comerme una burrata con tomates cherry, con prosciutto, aceto balsámico y aceite de oliva. Me dan ganas de un postre y, como es mi día perfecto, me transporto automáticamente a Roma a comer el mejor tiramisú de la vida, que está en Pompi, una cafetería en la que hacen tiramisús de frutilla, avellana, de plátano… de distintos sabores y, por supuesto, el clásico. Lo acompaño con un perfecto espresso. Llega la tarde y empiezo a caminar por Roma, viendo las iglesias. Éstas son los verdaderos museos de esta ciudad. Voy a mis favoritas: a Santa María del Popolo, la basílica de San Ignacio, San Luigi de los Franceses, Santa María Sophia Minerva y San Francesco Arripa. En ninguna hay que pagar entrada y no son sólo bellas, sino que también tienen unas obras de arte espectacu- lares. Mientras camino por la ciudad, llego a La Casa del Café Tazza D’Oro. Aquí preparan el mejor café de Roma.
21:00 PM – Atardece y, sin duda alguna, quiero estar en elJardín de los Naranjos, en el monte Aventino.
Ahí se ve Roma desde lo alto, con una vista maravillosa. Cerca de ahí está el edificio de los Caballeros de Malta. Si uno se asoma por el picaporte de su puerta, se puede ver la Basílica de San Pedro. Después de la puesta de sol, bajo a la Plaza Matthei del barrio judío a tomarme un Il Lemoncoco, que es una limonada con coco y uno de los mejores descubrimientos de la ciudad. Llega la noche y voy a comer a algunos de los grandes restaurantes de la Plaza España. Acá elijo La Buvette para comerme un espléndido tártaro y un perfecto pulpo. ¿Y saben cómo termina este perfecto día? Yéndome a dormir a uno de los hoteles más increíbles de la ciudad, a De Russie.
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¡No quiero que termine el día!